II Media Maratón de Montaña “Villa de Guadalupe”. Hace ya un año cuando vi el cartel que anunciaba la prueba me pronuncié: “Voy a ir, y será mi debut en el mundo del trail”. Y así ha sido.

Entorno idílico, referente histórico-religioso y gastronómico de la comunidad extremeña. Sería la alusión que haría desde el punto de vista objetivo cualquier cronista de la prueba. Pero Guadalupe es algo más para mí. Es el nexo de unión con mi centro educativo donde he recibido mi educación primaria y secundaria, valor de amistad, lugar de peregrinación familiar, etc.

Pero hay un trasfondo religioso que me hace sentir parte de Guadalupe. Digamos que este sería la fundamentación de la elección de ir a esta prueba, de darme un soberano palizón de viaje, de llegar a la meta de la puebla y sentir un pequeño cosquilleo interno.

22 kilómetros y un desnivel acumulado de 1200 m. aproximadamente, 7 avituallamientos, verde, muchísimo verde, pistas y caminos cubiertos de verdadera vegetación, al son del agua deslizándose por las laderas de unas montañas que cualquiera diría que estas en Extremadura.  Dura, muy dura diría, tramos de echar pie a tierra, que gracias a los ánimos de los lugareños que se apostaban en las curvas en herraduras que formaban las subidas, te sacaban una sonrisa para poder afrontar la siguiente curva. 1h 44´ fueron suficientes para darme cuenta de que esta nueva disciplina no es sólo correr por una marca, una posición y vuelta a casa. Es algo más, es amistad, es valorar tu entorno, es sacrificio altruista, es Guadalupe y su prueba deportiva por excelencia.

Al final me llevo un buen golpe de moral de cara a las siguientes pruebas que nos esperan. Me adaptado bien a la disciplina, aunque no es lo que vamos buscando. Lo siguiente nos depara otro asunto, horas y horas de lucha continua entre la montaña y mi cabeza.

Sueño cumplido.